Todo empezó hace unos cuatro años…..estaba visitando San Francisco y me invitaron a un lugar de hamburguesas, no sin antes expresarme lo siguiente: “Son las mejores hamburguesas de la ciudad”. Eso fue suficiente, no me hice de rogar; me puse la chaqueta y a la calle. El local se llamaba “Big Mouth Burgers” y no podría haberme tomado más por sorpresa la primera impresión con tan solo 7 mesas, de lo más sencillas que he visto, una barra, una plancha, una parrilla y una pequeña freidora. Por supuesto, latinos con bigotes y camisas blancas de Corona y Tecate. No puedo describir lo poco sorprendido que estaba por el lugar.
Que querés? – Me preguntaron.
La que sea su favorita. – Respondí
Garlic fries? – Me volvieron a preguntar
Sí, garlic fries suena bien. – Asentí.
Me llevaron un plato con una hamburguesa, que fue lo más discreto que puedan ustedes imaginar, tomando en cuenta la descripción en el primer párrafo, estaba preparado para una hamburguesa mediocre. Nunca he estado más equivocado en mi vida, ésta fue sin duda la mejor hamburguesa que he probado, me dejó sin palabras; todo fue perfecto, cada bocado sublime, todos los sabores gritaban PRESENTE, el queso, la carne, el pan, hasta los vegetales estaban deliciosos. Si hubiera tenido la intención de comenzar un blog, definitivamente hubiera tomado más detalles de la experiencia, porque definitiva esta hamburguesa pone a las demás una grada abajo. Lo cual me lleva a este día, en el que decidí volver a probar la mejor hamburguesa que he probado en mi vida. Vivo en Los Angeles y llegar a San Francisco involucra más o menos unas 400 millas y 5 horas de camino, decisión que mientras escribo estas palabras, me doy cuenta que la tuve que haber tomado antes.
5 horas y media, una parada estratégica para comprar un burrito, llenar el tanque y buscar un baño fueron todo lo que necesité para llegar. Busqué estacionamiento a un par de cuadras y ahí estaba de nuevo frente a mis ojos Big Mouth Burger, en cuanto a apariencia externa no ha cambiado nada en 4 años, tal vez la pintura se ve más vieja y el lugar un poco más descuidado. Me preocupé, pero inmediatamente que entré, percibí los olores del lugar y sabía exactamente lo que quería ordenar: una Frontier Burger. Según dice en el menú, consiste en un filete marinado a la parrilla, con cebolla roja, lechuga, tomate, pepinillos y pan de bollo francés; agregué queso Jack a mi hamburguesa solo porque sí, una Coca Cola y tal como hace cuatro años, garlic fries.
Espere unos 5 minutos, el lugar estaba vacío y a la hora de almuerzo, ¿Habrá bajado la calidad?, ¿Renunció el cocinero que estaba antes? Entenderán que para mí eran momentos de tensión. Me llevaron mi hamburguesa y como siempre, no es realmente material para Instagram o una revista, esta hamburguesa esta hecha para una sola cosa: Comer.
Le di el primer bocado a mi hamburguesa, y solo les puedo decir que me quedé sin palabras, sabía exactamente igual, estaba increíble.
Describir con exactitud mi experiencia es un verdadero reto, pero este es un blog y ustedes están leyendo así que trataré de explicarles que está pasando con esta hamburguesa y porque es tan buena.
Esta hamburguesa sigue el sencillo y básico principio, la clave de todo gran plato. Si tomas los mejores ingredientes y preparas cada uno de ellos con el amor y respeto que se merecen, logras sin lugar a dudas y de manera inequívoca, algo que es mucho más que la suma de sus partes. El pan estaba tostado a la plancha, un poquito de mantequilla y ajo; los tomates firmes, la cebolla más fresca y crujiente; la carne preparada a la parrilla en su punto ideal de cocción; el queso derretido maravilloso, porque hasta el queso, hay que saber derretir amigos. Todo sumó. Todo fue increíble.
Vale aclarar que éste es un local que lo atienden tres personas, en una cocina más pequeña que las de muchas casas y aun así, logran hacer algo perfecto. Algo por lo que les puedo asegurar que valió la pena manejar 400 millas y ahorita mientras me preparo para otras 400 millas, estoy meditando si voy por otra.
Aquí no han creado una hamburguesa con ingredientes sobrenaturales, ni ingredientes de fuera de este mundo, no hay aceite de trufa blanca, ni carne de wagyu, ni bollos hechos “In-House”. Todo es simple, todo es básico, el truco de este restaurante es escoger los mejores y más frescos ingredientes, prepararlos, y servirlos. Nada más. Les prometo que si la próxima vez que decidan cocinar siguen esta regla van a notar la diferencia.
Hoy, esta publicación es para que todos nosotros nos podamos inspirar en este pequeño local (que ahora me doy cuenta que es una pequeña cadena) para poder preparar siempre la mejor comida, comprometernos a preparar cada uno de nuestros ingredientes de la mejor manera no importando el tamaño del lugar, sino más bien la calidad que se sirve, que cada uno de los elementos aporten y brillen por su cuenta y les prometo.
Gracias amigos, por leer esta entrada. Mientras tanto, voy a comerme otra hamburguesa antes que cierren y luego procederemos a retornar a nuestro destino de partida.