Eterno «El Mackenzie»

Cuando a mediados de la semana pasada intentamos cuadrar un lugar para ir a compartir unas bebidas refrescantes, acompañadas de buenas bocas y mejores amigos, teníamos tantas sugerencias que senos estaba poniendo cuesta arriba elegir un lugar, hasta que uno de los más ocurrentes propuso ir al Macondo.

El Macondo es lo que los salvadoreños de manera coloquial llamamos “Chupadero”; sus clientes de siempre le dicen cariñosamente «El Mackenzie», tiene más de 40 años, recuerdo que en mis primeras andanzas por las etílicas mesas de San Salvador, el Macondo ya estaba allí, parecía que desde siempre y tenía su fama bien ganada, de buenas bocas, buenos precios y birrias bien heladas.

Nuestro amigo, el versado que sugirió el Macondo, alguna vez dijo algo así: “La boca es parte elemental en el arte de tomar; tan importante como la temperatura de la cerveza, el bullicio de fondo, la plática amena, la jarra congelada y las meseras. Son los pequeños detalles que hacen que compartir una mesa cervecera sea un rito de placeres inigualables en el fin de semana de cualquier salvadoreño y sus amigos”; ante tanta sabiduría, no hubo más que discutir y en un “zas” nos encontramos en las mesas del Mackenzie.

Por supuesto que ordenamos nuestras birrias y empezamos el merecido debate de las bocas, debo decir que fue como que el tiempo se hubiera detenido, por este sitio no han pasado los años, sigue siendo un buen chupadero, sigue teniendo clientela y la lista de bocas parece ser la misma de siempre. -¿Tiene sesos entomatados? -Si tenemos. -¿Y corazón… que me dice del corazón asado? -También tenemos dijeron. Siendo así, nos preparamos para hacer de boca en boca un paseo en el tiempo.

Lo primero que probé fue el corazón asado, como nota general debo decir que las bocas son galanas, sirven más o menos 3 onzas de corazón con curtido, le agregué limón y sal; el corazón estaba suave y sabroso, nada de textura hulosa que es común cuando está mal cocinado. Quedé con la sensación que estaba en el lugar correcto, porque iniciábamos bien.

Pasé a la sopa de chipilín con hueso de tunco y arroz aguado, esto que casi no se encuentra en los restaurantes de San Salvador, era una delicia, la porción más o menos de tres cuartos de taza con un huesito carnudo en medio, con la proporción adecuada de chipilín y arroz, se disfrutaba de principio a fin, tan buena que pedí otra porque ésta se acabó muy rápido.

Lo siguiente que pedí fue el pescado frito, también de buen tamaño para ser boca, cumplía con lo necesario, bien sazonado, bien frito y tronador, el limón le daba su toque, verdaderamente estaba disfrutando de la bebida, las bocas y la compañía.

Me pasé al pastelito de queso; este sí que estuvo algo maluco, demasiado grasoso y frío, a la primer mordida lo dejamos de lado, lo demás estaba muy bueno para desperdiciar el hambre en eso. Creo que estos pastelitos son más ricos, pero como estaba frío se echó a perder.

Los sesos llegaron después, esto creería que no se puede ordenar en otro lugar y estaba dispuesto a disfrutarlo: sirven los sesos entomatados, con un nacho y un pedazo de limón, llegaron calientes y su textura cremosa pero firme era digna del mejor de los paladares, el sabor una maravilla, verdaderamente estaba regresando 25 años en el tiempo.

La sopa de patas hizo su aparición, la cual no tenía nada, creo que así la sirven cuando es boca y venía helada, a nuestra solicitud nos la retiraron para calentarla. Ya de regreso y caliente, debo decir que estaba deliciosa, pero que unos pedacitos de verdura, nervio o tripita, eran necesarios para mejorar la experiencia, aquí tiene que mejorar el Macondo, no en el sabor que es buenísimo, sino en el conque.

Por último me quedé con la yuca con pepesca, nuevamente la boca estaba galana, la yuca suave y la pepesca saladita; el curtido y la salsa en su punto, la experiencia del Macondo fue realmente como volver en el tiempo.

Comer en el Macondo es volver a nuestras raíces, y me refiero a su menú, sopas de chipilín, pescado, frijoles blancos, gallina o de patas, sesos, corazón, son algo que nos recuerda al pueblo, es comida con sabor a patria, no es un lugar de lujo, pero con esos sabores no necesita más.

Sin duda como dice mi chero, este fue un rito de placeres inigualables, la bocas sabrosas y cholotonas, las cervezas bien frías, los vasos helados, la mejor compañía, el bullicio de fondo. Red Fork otorga seis Tecomates Rojos al Mackenzie.

2 comentarios en «Eterno «El Mackenzie»»

  1. Lo que no agregaron es que esa zona está asediado y controlada por terroristas y el riesgo de ser asaltado es grande, la.localidas de un restaurante también es parte de como se evalúa ya que la seguridad en nuestro país es clave

  2. Siiiiiii.. MKenzie… y falto la patita de cerdo con un curtidito sabroso..costillita frita ummmm..deliciosa. la pizzita.. en fin un buen lugar para disfrutar

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