El equipo de Red Fork jamás deja pasar una nueva experiencia culinaria, por lo que estando en Estrasburgo, en esta época navideña, teníamos que aprovechar la oportunidad, para entrarle con todo a la Navidad y sus sabores. Estrasburgo es denominada la “capital de la navidad”; en efecto, tiene el mercado de navidad más antiguo de todo el mundo, el que celebran desde 1570!
El mercado, que en sus inicios se confinaba a una plaza en el centro de la ciudad, ha crecido tanto que se esparce por toda la ciudad con pequeños “stands” y chalets de invierno, que simulan las cabañas de montaña. Estos ofrecen todo tipo de productos, desde adornos navideños, artesanías, regalos y por supuesto comida, muuucha comida y “vin chaud” vino caliente.
Estrasburgo es una ciudad francesa ubicada en el corazón de Alsacia, cerca de la frontera de Alemania, es la capital del Bajo Rin; por su demografía, es la novena ciudad de Francia, en donde actualmente habitan alrededor de un millón un cuarto de personas, sin omitir que es considerada por muchos, como la Capital Mundial de la Navidad.
Seducidos por los aromas, que los locales llaman “el dulce aroma de la Navidad”, decidimos hacer un recorrido por este afamadísimo mercado, con el deseo de explorar todo y con los 5 grados BAJO CERO, decidimos ponernos en marcha y empezar la aventura culinaria.
Comenzamos con el clásico “vin chaud” en el stand “Chez Mathilde”. Nuestros amigos locales nos dijeron que es el mejor de la ciudad. Este, es un vino tinto con una infusión de más de 5 especias, entre las que pude identificar canela, clavo de olor, anís, jengibre y frutas cítricas como naranja y limón. Donde Mathilde, le adicionan azúcar y lo dejan hervir a fuego lento por 1 hora. Mathilde quien nos atendió personalmente, nos aseguró que todo en su “Vin Chaud” es 100% orgánico.
El aroma es la principal carta de presentación de este vino caliente, lo cítrico se mezcla con las especias, totalmente embriagante antes de siquiera probarlo; cuando el vino llega a la boca, los aromas se intensifican aún más, en delicioso contraste con el sabor sorprendentemente suave y dulce del mismo. Este vino nos calentó e hizo empezar la noche de gran manera, es más, un miembro del grupo no quería salir de donde Mathilde, no sabemos si flechado por el vino o aterrorizado por el frío.
Después, pasamos frente a un puestecillo que exhibía “pain d’ épices”(pan de especias); este pan, está elaborado con la misma gama de especias que el vin chaud, frutas secas y miel. El pan d’épices, es ligeramente pesado, los frutos secos aportan tropezones de sabor y textura y encajan perfecto con el dulce de la miel y el picantito de las especias. ¡Este pancito estaba delicioso!
Con el hambre aun intacta, llegamos a un chalet de buen tamaño, lastimosamente no recuerdo el nombre y como todo entra por los ojos, ordenamos unos “Spaetzle nature avec choucroute, lardons et vin blanc” y una “Baguette flambée”.
Los Spaetzle son un tipo de pasta a base de huevos, muy tradicional de Alsacia y Alemania. La choucroute es un curtido de repollo cortado finamente cocido en agua y vinagre. A esto, se le agregan los lardons, trozos pequeños rectangulares de panza de cocinado, todo con vino blanco. Otra vez el aroma es seductor, el cerdo aporta un sabor potente que domina el plato, pero que se complementa con los demás ingredientes, las texturas de los lardons, el spaetzle y choucroute una combinación perfecta.
Seguimos con la “Baguette flambée” una rodaja de pan baguette, con una capa inferior queso blanco, crema y especias, sobre esto se agregan lardons (otra vez cuchito), finas rodajas de cebolla morada, y para terminar, esto es coronado con queso emmental. Esto se tuesta y gratina al horno, donde al derretir los quesos se fusionan los sabores. Nos lo entregaron recién salido del horno, calientito; desde la primera mordida, empiezan las texturas: el crocante de la costra de la baguette con lo suave y cremoso del queso blanco y los trocitos de panza de cerdo, una bomba de sabor a ahumado y con los matices de los quesos, finalmente cebolla morada que se doró al horno, llevan esta delicia a otro nivel.
Con el deseo de seguir explorando más y entre algunas compras de recuerdos, llegamos a otra parte de la ciudad. Con el frío comenzando a calar, le hicimos buena cara a un puesto de “Cervoise Chaude”, en español cerveza caliente. El calor le suaviza el sabor a la cerveza, que juega en el paladar con sus tonos picantes y dulces que le aportan las especias y la miel, si usted no es cervecero, darle un sorbo a esto puede ser una alternativa interesante.
Para concluir la velada, decidimos buscar un postrecito, terminamos cuando encontramos las tradicionales “boules mousse”, que son campanas de merengue cubiertas de chocolate sobre una pequeña hojuela. Decidimos probar una con merengue de menta y puedo dar fe que desde la primera mordida se siente el “crunch” del chocolate, pero inmediatamente después viene el merengue untuoso y suave. Este merengue no es excesivamente dulce, lo cual permite que el chocolate también sea protagonista. El aroma de la menta añade un plus a la experiencia.
Quedamos encantados con los sabores, aromas y experiencias que propone el Mercado de Navidad más Antiguo del Mundo. Visitarlo, recorrerlo y principalmente apreciarlo en una sola noche no es posible, así que hemos quedado comprometidos a regresar. Si viene por aquí y si es diciembre, no se pierda una visita a esta hermosa ciudad. Estrasburgo, indiscutiblemente la capital mundial del espíritu navideño.