En Red Fork siempre estamos en búsqueda de nuevas experiencias gastronómicas y pensamos que sería una buena idea probar un “Tasting Menu”, también conocido como “menú de degustación”. Este tipo de experiencia gastronómica es cuando el Chef del restaurante ingenia una comida de varios platillos; estos, van en orden específico y en sincronía el uno con el otro, de tal manera, que cada plato debe ir en concordancia con el anterior y marcar la pauta para el siguiente.

Así que, habiendo cruzado el charco y afortunados de estar en Barcelona, decidimos encaminarnos en una aventura culinaria en Cruix, un restaurante joven como sus dueños, quienes aseguran estar concentrados en proveer una experiencia dinámica y de buen comer. El ambiente es más que agradable; dependiendo del platillo, los dueños mismos son quienes los llevan a la mesa y los presentan. Sin tanto preámbulo, empezamos este paseo gatronomico ignorando que al hacerlo, viajaríamos por el mundo.

Todo empezó con las “anchoas de angelito curadas en casa”, éstas van servidas sobre unas galletas crocantes y salsa holandesa recién elaborada. Fue una muy buena manera de iniciar la cena y conocer la mano del chef de la casa; el sabor de la anchoa fresca, siempre fuerte y determinante, se acompañaba muy bien con la cremosidad de la salsa holandesa y la textura la aportaba el crujiente del chip casero.

Sin hacerse esperar, literalmente pasaron apenas 2 minutos, llegaron las “cintas de calabacín al pesto” (a la derecha) y segundos después los “churros de bacalao con espuma de alioli” (a la izquierda).
Estas cintas de zuccini parecían ser espaguetis y desde el primer bocado los sabores se distinguían de maravilla, balanceándose perfectamente (algo que caracterizaría todo el menú de Cruix). El aroma del pesto acompañado con la frescura del zuccini y las tiras de parmesano hicieron de esta ensalada algo memorable.
Aun con el sabor del calabacín en nuestras papilas, pasamos a los churros de bacalao los cuales dipiamos por la espuma de alioli antes de probar. El churro ejecutado de muy buena manera, ligero con exterior crujiente, delicado y con interior suave. El sabor del bacalao, para nada agresivo, iba de la mano con la cremosidad y ajo del alioli. Esta espuma era el complemento perfecto, ya que es muchísimo más delicada que una mayonesa y aportaba un sabor sutil pero consistente.

Hasta el momento habíamos estado cómodamente navegando por las costas europeas del mediterráneo, con las anchoas, el pesto y los churros, pero a partir de aquí, empezamos a movernos un poco afuera de Europa. De inmediato llegaron las “croquetas de pato Pekín con unos puntos de salsa de kimchi”. Éste es un plato “hibrido” ya que mezcla una tapa española por excelencia: las croquetas; una preparación cantonesa: el Pato Pekín. (pato Rostizado del este de China) con un sabor de origen Coreano, ya que el Kimchi es un repollo fermentado de ese país, que en Cruix convierten en salsa.
Al morderlas, los sabores brillaron; el crujiente exterior marcó una pauta pasajera y abrió la puerta a la característica suavidad de la croqueta. El sabor imperdible del pato Pekín, presente en cada bocado, era unido por la salsa agridulce y ligeramente picante del kimchi. Otro 10 para Cruix.


Momentos después, viajamos al medio oriente con el “hummus de zanahoria con salpicón de naranja y feta”, éste viene con una oblea crujiente con semillas de comino elaborada en casa; a la hora de comer, nos dimos cuenta nuevamente cómo todos los sabores y texturas se balanceaban a la perfección. El hummus suave con delicados tonos dulces, combinados con los terrones cremosos y ligeramente ácidos del feta, aunado a las hojas de lechuga frissee que agregaban frescura, textura y ligero amargor; todo esto sobre el escenario de la oblea, que se desmoronaba al morder, hicieron de este un plato algo para recordar.

Minutos después nos transportaron a otro continente, llego a la mesa el “tartar de corvina africano”. El pescado está preparado en una especie de leche de tigre, sobre el tartar en sí, hay distintas raíces de colores, cebolla curtida y chips de plátano. Al comenzar, pudimos darnos cuenta de la frescura de la corvina, con consistencia perfecta cocida en la acidez de la leche de tigre. Las raíces, algunas dulces, otras pimentadas y el crocante de los “platanitos” eran nuevamente prueba del balance de los sabores y texturas, ahora característica del tino del Chef y su cocina.
AL terminar, se hizo presente nuestro boleto a India: “el broccoli tantori» él cual viene rostizado con puntos de salsa tantori, crema agria ligera y micro vegetales. Todos los bocados del platillo eran veredicto de una explosión de sabores, la salsa tandori con su sabor característico de especias indias complementaban el broccoli rostizado, la crema aportaba untuosidad y los micro vegetales permitían frescura a cada bocado.

Unos minutos más y volvieron con el último platillo salado, aquí nos transportaron nuevamente al “viejo continente” con el “arroz de gambas al ajillo”. Este fue el especial que esperamos desde el inicio, no sólo por su sabor, sino porque un Chef salvadoreño nos lo preparó y llevó a la mesa, un gran detalle de Cruix.
El arroz estaba en su punto, con consistencia perfecta. El sabor de los camarones con la mantequilla, el ajo y unas cuantas gotas de limón hacían una combinación deliciosa. Asimismo, cada bocado de arroz tenía un poco de “socarrat”, que es la parte caramelizada que queda en la paella (sartén) en donde se cocina el arroz; literalmente una bomba de sabor, algo verdaderamente imperdible en cualquier arroz español.

Luego de este plato, empezamos con otra de nuestras debilidades: los postres. Primero llego la “nieve de perejil, coco y trozos de piña”, la cual venía ligeramente espolvoreada con chiles. Al primer bocado nos dimos cuenta que estábamos frente a una obra maestra, el perejil brillaba, el limón la refrescaba, luego el gelatto de coco contribuía con untuosidad, los trozos de piña dulce venían de maravilla, dando una capa adicional de sabores y todo se juntaba con el ligero polvo de chiles.

Para terminar, llegó el postre por excelencia del restaurante: “Un día Triste en la Playa”.En este plato hay 2 gelattos, uno de “nata y vainilla” y el otro de chocolate; vienen montados sobre una mousse de avellanas y una salsa de caramelo salado. Todo está ligeramente espolvoreado con trozos de barquillos, simulando la arena sobre la cual el helado se ha caído.
Aunque parece un postre bastante indulgente, al comerlo se reconoce que se combinaban de manera perfecta. Lo cremoso de los gelattos de vainilla y chocolate iban de maravilla con la avellana. Luego el caramelo salado nivelaba en estos el dulzor y el barquillo daba el “crunch” necesario en el plato.

Podemos decir, que esta cena en Cruix fue más que memorable, cada platillo tenía armonía, contaba su propia historia y nos hacía viajar por el mundo. Agradecemos al personal del establecimiento, por un servicio más que excelente con especial énfasis a sus dueños Carlos y Miguel.

Si en algún momento pasan por Barcelona y desean vivir una experiencia gastronómica fuera de lo común, Cruix es el lugar apropiado. Red Fork otorga 6 tenedores rojos a Cruix y su brillante menú de degustación.
